sábado, febrero 18, 2006

VIIº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Saludo inicial

Hermanos: seguro que venimos con la mejor de las intenciones a "oír misa". Pero ¿qué diríamos si se nos dijera "tú no me invocabas, ni te esforzabas por mí; no me saciabas con la grasa de tus sacrificios; pero me avasallabas con tus pecados"?

Es lo que se nos dirá por boca del profeta. Entendamos: Dios no necesita de nuestros sacrificios, sino que acojamos su novedad. Si él nos renueva, nuestro entorno quedará renovado. Entremos, pues, en su misericordia, confiando plenamente en él.

Canto de entrada

¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor!»

Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén.

Por mis hermanos y compañeros

voy a decir: ¡La Paz contigo!

En la casa del Señor, nuestro Dios,

te deseo todo bien.

Rito penitencial

Pensamos que andamos mejor si negamos el pecado; pero ya vemos que no. ¿No sería mejor reconocernos pecadores ante el Señor, con toda humildad, para que él nos libere y renueve?

—Tú que deseas, no la condena, sino la salvación del pecador. Señor, ten piedad.

—Tú que nos amas hasta dar tu vida por nosotros. Cristo, ten piedad.

—Tú que esperas de nosotros fe para poder derramar tu misericordia y perdón. Señor, ten piedad.

Is 43

Brota la novedad por doquier. Y tal vez no seamos capaces de percibirlo, confiando en nuestros sacrificios o tratando de culpar a otros de nuestro pecado. Confiemos en Dios.

Lectura del libro del profeta Isaías 43,18-19. 21-22. 24b-25

Esto dice el Señor:

- No recordéis lo de antaño,

no penséis en lo antiguo;

mirad que realizo algo nuevo;

ya está brotando, ¿no lo notáis?

Abriré un camino por el desierto,

ríos en el yermo,

para apagar la sed del pueblo que yo formé,

para que proclamara mi alianza.

Pero tú no me invocabas, Jacob;

ni te esforzabas por mí, Israel;

no me saciabas con la grasa de tus sacrificios;

pero me avasallabas con tus pecados,

y me cansabas con tus culpas.

Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes

y no me acordaba de tus pecados.

Sal 40, 2-3. 4-5. 13-14

R./ Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

Dichoso el que cuida del pobre y desvalido,

en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.

El Señor lo guarda y lo conserva en vida

para que sea dichoso en la tierra,

y no lo entrega a la saña de sus enemigos. R./

El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,

calmará los dolores de su enfermedad.

Yo dije: «Señor, ten misericordia,

sáname, porque he pecado contra ti». R./

A mí, en cambio, me conservas la salud,

me mantienes siempre en tu presencia.

Bendito el Señor, Dios de Israel,

ahora y por siempre. Amén. R./

Dios no juega con nosotros. Somos nosotros los volubles con él. Por eso no podemos disfrutar de sus bienes. Lo veremos. Escuchemos al apóstol.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,18-22

Hermanos:

¡Dios me es testigo!

La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no».

Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder «Amén» a Dios, para gloria suya.

Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros.

Él nos ha ungido, Él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

Mc 2, 1-12

Nosotros nos esforzamos por conseguir los bienes de Dios. No queremos dejarnos convencer de que constituyen un regalo. A ver si nos lo aclara este trozo de evangelio. Acojámoslo con el canto del Aleluya.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.

Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

- Hijo, tus pecados quedan perdonados.

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

- Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?

Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:

- ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...

Entonces le dijo al paralítico:

- Contigo hablo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.

Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

- Nunca hemos visto una cosa igual.

Preces

Confesemos que tenemos necesidad de confiar en Dios, y presentémosle nuestras preces:

—Por nuestra Iglesia: para que pueda llegar a todos sus fieles, y éstos puedan hallar en su seno su sitio y su posibilidad de servir, roguemos al Señor.

—Por los que viven cegados por su religiosidad: para que lleguen a comprender que lo que vale ante Dios no son las ofrendas, sino reconocerse pecador, roguemos al Señor.

—Por quienes, en nombre de Dios, persiguen a sus semejantes: para que dejen paso a Dios en su novedad, y respondan con fe, roguemos al Señor.

—Por los necesitados, inmigrantes, marginados y necesitados de nuestro entorno: para que esperen en la Iglesia y ésta les haga llegar el gozo de Dios, roguemos al Señor.

—Por los reunidos en torno a la mesa del Señor: para que obremos confiadamente y con generosidad, y acojamos humildemente la novedad que Dios quiere obrar en nosotros, roguemos al Señor.

Acoge, Señor, nuestra plegaria, y haznos capaces de percibir y acoger las novedades que realizas en todo tiempo y lugar. Por Jesucristo nuestro Señor.

—Amén.

Canto de comunión

Oh, Señor, no soy digno

de que entres en mi morada

mas di una sola palabra

y mi alma quedará sana.